El miedo al rechazo, a que nos juzguen o a que piensen que somos débiles provoca que muchos aún se lo oculten a su entorno
Son muchas las personas que han acudido a la consulta del psicólogo en alguna ocasión. En concreto un 4,6% de la población mayor de 15 años -casi 1.800.000 personas-, según la Encuesta Europea de Salud en España en 2014. Pero pocos son los que lo reconocen abiertamente ante sus familiares, amigos y compañeros de trabajo.

Es posible que le haya sucedido a usted mismo o incluso a alguno de sus amigos y usted no lo sepa. Esto es lo que le ocurrió a Maite, de 32 años. En una ocasión se vio sobrepasada por una situación laboral complicada y empezó a detectar síntomas de depresión, por lo que decidió acudir a la consulta de un psicólogo que encontró tras realizar una búsqueda por Internet. «Me habría gustado ir por la recomendación de alguien pero no conocía a nadie que hubiera ido a un especialista, al menos que yo supiera», afirma. Al principio, no se lo dijo a nadie, ni a su pareja ni a sus padres ni a sus amigos más íntimos. «Tenía miedo de que me juzgaran, de que pensaran que era débil o que me pasaba algo raro», reconoce.

Las causas
A esos tiempos en los que salud mental era un asunto ligado a manicomios y camisas de fuerza, pero ¿por qué aun así nos sigue dando vergüenza admitirlo? «Esto es debido, en gran parte, al desconocimiento, sustentado en una serie de estereotipos erróneos que son difíciles de superar y que promueven el estigma de las personas que presentan algún tipo de problema», cuenta Susana Villamarín del Consejo de la Psicología de España. Estereotipos como considerar que sólo las personas desequilibradas necesitan ayuda, y finalmente, por miedo al rechazo o a sentirnos discriminados, callamos. Las personas que acuden a terapia acaban sintiendo vergüenza «ante la posibilidad de sentirse humilladas si lo cuentan», explica Julia Vidal, psicóloga y directora de Área Humana Psicología. «El temor a lo que piensen de nosotros es algo habitual. De hecho es la base de la timidez, es decir, el miedo a la evaluación social», complementa Antoni Martínez, psicólogo y director del centro Psicología en Positivo en Valencia.
Pero también, además de vergüenza, puede aparecer el «miedo a ser etiquetados como personas incompetentes, que no han sido fuertes para afrontar situaciones o superar sus problemas. Algunos viven el ir al psicólogo como un fracaso en la gestión de su vida», cuenta Vidal. Por otro lado, existe el problema de que contarlo implica visibilizar que en su vida sucede algo negativo y muchas personas prefieren ocultarlo y mostrar a su entorno que ésta es mucho más idílica de lo que realmente es.
Por todo ello, son muchos los que temen este estigma social que cataloga a las personas que van a terapia como locas, pero nada más lejos de la realidad. «Los que vamos al psicólogo no estamos mal de la cabeza, sólo algo perdidos y necesitamos que los profesionales nos den las herramientas necesarias para poder volver a tomar las riendas de nuestra vida», explica Maite. Ella se resistía a hablar de ello, pero un día, en una cena con amigos surgió el tema, descubrió que no era la única y se quitó los miedos. «Se está produciendo un fenómeno en muchos círculos que es el de comentar acerca de sus experiencias con psicólogos. Comparan experiencias en los tratamientos y métodos, se hacen recomendaciones, etc.», dice Vidal.

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Fuente original: https://www.elmundo.es/vida-sana/mente/2018/09/09/5b924d2c22601d65138b464f.html